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Oficina del Secretario de Prensa
15 de enero de 2009
Declaraciones del Presidente en su Discurso de Despedida a la Nación
East Room
8:01 P.M. EST
EL PRESIDENTE: Conciudadanos: Durante ocho años, ha sido un honor para m ponerme a su servicio como Presidente. La primera década de este nuevo siglo ha sido un periodo de gran transcendencia, como pocos. Esta noche, agradecido de corazón, he pedido una última oportunidad para expresar ciertas ideas sobre la travesía que hemos realizado juntos y el futuro de nuestra nación.
Dentro de cinco días, el mundo será testigo de la vitalidad de la democracia estadounidense. Siguiendo una tradición que data de la época de nuestra fundación, la presidencia será transferida a un sucesor escogido por ustedes, el pueblo estadounidense. En las escaleras del Capitolio, estará parado un hombre cuya historia refleja las promesas perdurables de nuestra tierra. Éste es un momento de esperanza y orgullo para todo nuestro país. Y me sumo a todos los estadounidenses para desearles lo mejor al Presidente electo Obama, a su esposa Michelle, y a sus dos preciosas hijas.
Esta noche la gratitud me embarga y le agradezco al vicepresidente Cheney y a los miembros del poder ejecutivo; a Laura, que trajo alegría a esta casa y amor a mi vida; a mis maravillosas hijas, Barbara y Jenna; a mis padres, cuyo ejemplo me ha dado fortaleza durante toda la vida. Por encima de todo, le agradezco al pueblo estadounidense por la confianza que depositó en mí. Y les agradezco por las oraciones que elevaron mi espíritu. Y les agradezco por los innumerables actos de valentía, generosidad y nobleza que he presenciado estos últimos ocho años.
Esta noche, mis pensamientos evocan la primera noche que les hablé desde esta casa, el 11 de septiembre del 2001. Esa mañana, 3,000 personas habían perdido la vida a manos de terroristas, en el peor ataque en territorio estadounidense desde Pearl Harbor. Recuerdo que, tres días más tarde, estaba parado en los escombros del World Trade Center, rodeado de socorristas que habían estado trabajando a toda hora. Recuerdo que habl con las valientes personas que se apresuraron a entrar a corredores llenos de humo en el Pentágono y a los esposos y esposas cuyos seres queridos se convirtieron en héroes a bordo del vuelo 93. Recuerdo a Arlene Howard, quien me dio la placa de policía de su hijo desaparecido como recordatorio de todo lo que se había perdido. Y aún llevo conmigo esa placa.
Con el paso de los años, los estadounidenses, en su mayoría, fueron capaces de retomar la vida que llevaban antes del 11 de septiembre. Pero ése no fue mi caso. Todas las mañanas recibía un informe sobre las amenazas que se cernían sobre nuestro país. Juré que haría todo de mi parte para preservar nuestra seguridad.
En los últimos siete años, creamos el nuevo Departamento de Seguridad Nacional. Transformamos las Fuerzas Armadas, los servicios de inteligencia y el FBI. Nuestro país está equipado con nuevas herramientas para vigilar los movimientos de los terroristas, congelar sus bienes financieros y desbaratar sus complots. Y con firmes aliados de nuestro lado, hemos llevado la lucha a los terroristas y quienes los apoyan. Afganistán ha pasado de ser una nación donde el Talibán protegía a Al Qaida y apedreaba a las mujeres en las calles, a ser una joven democracia que lucha contra el terrorismo y anima a las niñas a ir a la escuela. Iraq ha pasado de ser una brutal dictadura y un enemigo declarado de Estados Unidos, a ser una democracia árabe en el corazón del Oriente Medio y un amigo de Estados Unidos.
Se da un debate legítimo sobre muchas de estas decisiones. Pero no cabe mucho debate sobre los resultados. Estados Unidos no ha sufrido otro ataque terrorista en su territorio en más de siete años. Esto es gracias a quienes trabajan noche y día para preservar nuestra seguridad: los agentes de la ley, los analistas de inteligencia, el personal diplomático y de seguridad nacional, y los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Nuestra nación es afortunada de contar con ciudadanos que se ofrecen como voluntarios para defendernos en este momento de peligro. Ha sido una gran satisfacción reunirme con estos patriotas y sus familias que actúan de manera totalmente desinteresada. Y Estados Unidos tiene una deuda de gratitud con ustedes. Y a todos los hombres y mujeres de uniforme que me escuchan esta noche les digo que no ha habido mayor honor que ser su Comandante en Jefe.
Las batallas libradas por nuestras tropas son parte de una lucha más extensa entre dos sistemas drásticamente distintos. En uno de ellos, un pequeño grupo de fanáticos exige obediencia total a una ideología opresiva, condena a las mujeres a la sumisión y sanciona con la muerte a los no creyentes. El otro sistema se basa en la convicción de que la libertad es un don universal de Dios Todopoderoso y que esa libertad y justicia alumbran el camino hacia la paz.
Las batallas libradas por nuestras tropas son parte de una lucha más extensa entre dos sistemas drásticamente distintos. En uno de ellos, un pequeño grupo de fanáticos exige obediencia total a una ideología opresiva, condena a las mujeres a la sumisión y sanciona con la muerte a los no creyentes. El otro sistema se basa en la convicción de que la libertad es un don universal de Dios Todopoderoso y que esa libertad y justicia alumbran el camino hacia la paz.
Ésta es la convicción que dio origen a nuestra nación. Y a largo plazo, promover esta convicción es la única forma práctica de proteger a nuestros ciudadanos. Cuando la gente vive en libertad, no escoge voluntariamente a líderes empecinados en campañas terroristas. Cuando la gente tiene esperanza en el futuro, no le entrega su vida a la violencia y al extremismo. Por eso, en todo el mundo, Estados Unidos está promoviendo la libertad humana, los derechos humanos y la dignidad humana. Respaldamos a los disidentes y a las democracias jóvenes, les proporcionamos medicinas contra el SIDA a padres al borde de la muerte a pacientes al borde de la muerte para que vuelvan a la vida, y evitamos que madres y bebés contraigan malaria. Y esta gran república, nacida sola en libertad, está llevando al mundo hacia una nueva era en la que todos gocen de libertad.
Durante ocho años, también nos hemos esforzado por aumentar las oportunidades y la esperanza dentro de nuestra patria. En todo el país, los alumnos han mejorado su rendimiento y alcanzan los estándares más altos requeridos en las escuelas públicas. Un nuevo beneficio de Medicare para medicamentos con receta ha llevado tranquilidad a las personas mayores y a los discapacitados. Todos los contribuyentes pagan menos impuestos. Los adictos y enfermos están encontrando nueva esperanza con los programas basados en la fe. La vida humana vulnerable está mejor protegida. Los fondos para nuestros veteranos han aumentado casi al doble. El aire y el agua y el suelo de Estados Unidos están apreciablemente más limpios. Y la corte federal tiene a nuevos miembros de gran sabiduría: Sam Alito y el Presidente de la Corte Suprema, John Roberts.
Cuando surgieron desafíos para nuestra prosperidad, los acometimos. Al enfrentar la posibilidad del colapso financiero, tomamos medidas decisivas para proteger nuestra economía. Éstos han sido tiempos muy difíciles para las familias trabajadoras, pero el precio sería mucho mayor si no hubiésemos tomado medidas al respecto. Todos los estadounidenses estamos juntos en esto. Y juntos, con determinación y trabajo arduo, haremos que nuestra economía retome el camino hacia el crecimiento. Le mostraremos al mundo una vez más la capacidad de recuperación del sistema estadounidense de libre empresa.
Como todos los que ocuparon este cargo antes que yo, he sufrido reveses. Hay cosas que habría hecho de modo diferente de haber tenido la oportunidad. Sin embargo, siempre actué teniendo en mente los intereses de nuestro país. Y seguí los dictados de mi conciencia e hice lo que pensé era lo correcto. Tal vez no estén de acuerdo con algunas de las difíciles decisiones que tomé. Pero espero que puedan estar de acuerdo conmigo en que estuve dispuesto a tomar decisiones difíciles.
En los años venideros, nuestro país tendrá que tomar más decisiones difíciles, y he aquí algunos de los principios que deben guiar su curso.
Si bien nuestro país está más seguro que siete años atrás, la amenaza más grave para nuestra gente sigue siendo un ataque terrorista. Nuestros enemigos son pacientes y están decididos a atacar de nuevo. Estados Unidos no hizo nada para provocar ni merecer este conflicto. Pero tenemos responsabilidades solemnes y debemos cumplirlas. Debemos mantenernos alerta. Debemos mantener nuestra determinación. Y nunca debemos bajar la guardia.
Al mismo tiempo, debemos continuar participando en el mundo con confianza y un propósito claro. Ante amenazas del extranjero, puede ser tentador encontrar seguridad encerrándonos en nosotros mismos. Pero debemos rechazar el aislacionismo y su pareja, el proteccionismo. Retirarnos dentro de nuestras fronteras sólo exacerbaría el peligro. En el siglo XXI, la seguridad y la prosperidad dentro de nuestro país dependen de la expansión de la libertad en el extranjero. Si Estados Unidos no encabeza la causa de la libertad, esa causa no avanzará.
A medida que enfrentamos estos desafíos y otros que no podemos prever esta noche, Estados Unidos debe mantener su claridad moral. A menudo les he hablado del bien y el mal, y esto incomoda a algunos. Pero el bien y el mal están presentes en el mundo, y entre ellos dos no puede haber concesiones. Asesinar a inocentes para promover una ideología está mal, siempre y en todo lugar. Liberar a la gente de la opresión y desesperanza es lo correcto ahora y por toda la eternidad. Esta nación debe continuar pronunciándose a favor de la justicia y la verdad. Siempre debemos estar dispuestos a actuar en su defensa y a promover la causa de la paz.
El Presidente Thomas Jefferson escribió una vez, "Me gustan los sueños sobre el futuro más que la historia del pasado". Al dejar esta casa que él ocupó hace dos siglos, comparto ese optimismo. Estados Unidos es un país joven, lleno de vitalidad, que crece y se renueva constantemente. E incluso en los momentos más difíciles, fijamos la vista en el amplio horizonte que tenemos por delante.
Confío en el futuro de Estados Unidos porque conozco el temple de nuestro pueblo. Ésta es una nación que inspira a los inmigrantes a arriesgar todo por el sueño de la libertad. Ésta es una nación donde los ciudadanos muestran calma ante el peligro y compasión ante el sufrimiento. Vemos ejemplos de la fibra moral de los estadounidenses a todo nuestro alrededor. Y Laura y yo hemos invitado a algunos de ellos para que nos acompañen en la Casa Blanca esta noche.
Vemos la fibra moral de Estados Unidos en el doctor Tony Rehcasner, un director de escuela que abrió un colegio independiente en las ruinas del huracán Katrina. La vemos en Julio Medina, un ex convicto que dirige un programa religioso para ayudar a prisioneros a reincorporarse a la sociedad. La vimos en el sargento primero Aubrey McDade, quien se apresuró a rescatar de una emboscada en Iraq a tres de sus compañeros de la Infantería de Marina.
Vemos la fibra moral de Estados Unidos en Bill Krissoff, cirujano de California. Su hijo Nathan, un infante de Marina, perdió la vida en Iraq. Cuando conocí al doctor Krissoff y a su familia, me dio una noticia sorprendente: Me dijo que quería incorporarse al Cuerpo Médico de la Marina para rendirle homenaje a su hijo. Este buen hombre tenía 60 años, 18 más que la edad límite. Pero se le otorgó la dispensa que solicitó, y durante el año pasado, recibió capacitación sobre medicina del campo de batalla. El capitán de corbeta Krissoff no pudo estar aquí esta noche, porque pronto será enviado a Iraq, donde ayudará a salvar a los combatientes heridos de Estados Unidos y preservará el legado de su hijo caído.
En ciudadanos como éstos, vemos lo mejor de nuestro país: tenacidad y optimismo, solidaridad y fortaleza. Estas virtudes me hacen sentir una fe inquebrantable en Estados Unidos. Nos hemos enfrentado a peligros y tribulaciones, y el destino nos depara muchas más. Pero con el valor de nuestro pueblo y la confianza en nuestros ideales, este gran país nunca desfallecerá, nunca caerá y nunca fracasará.
Ha sido un privilegio único en la vida ser su Presidente. Hubo días buenos y días difíciles. Pero todos los días, me inspiró la grandeza de nuestro país y me alentó la bondad de nuestra gente. He tenido la dicha de representar a esta nación que tanto amamos. Y siempre será un honor llevar un título que significa más para mí que cualquier otro: ciudadano de Estados Unidos.
Y entonces, conciudadanos, por última vez: Buenas noches. Que Dios bendiga
esta casa y a nuestro próximo Presidente. Y que Dios los bendiga a ustedes
y a nuestro maravilloso país.
Gracias. (Aplausos.)
END 8:14 P.M. EST
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